Hoy vamos a hacer un poco de memoria y vamos a mostrar un artículo que se publicó en 2008 a través del periódico del "Diario Vasco" y que hoy queremos recordar.

https://www.diariovasco.com/20080218/cultura/biblioteca-indestructible-20080218.htm

 

La Biblioteca de Arantzazu ha resurgido hasta cinco veces de sus cenizas.

En 1539, ya había estudiantes y biblioteca en Arantzazu, donde la comunidad franciscana se había instalado unos años antes. Poco se sabe, sin embargo, de los fondos que contenía, aunque hay constancia documental de que, por ejemplo, el franciscano durangués Fray Juan de Zumárraga, una de las personalidad más destacadas de la historia americana del siglo XVI, envió con destino a la misma nada menos que la edición príncipe de Opera Omnia de Erasmo de Rotterdam, 14 tomos editados en Basilea entre los años 1541 y 1542.

Consta que existieron, pero desaparecieron entre las llamas en el incendio de 1553, el primero de los cinco que convirtió otras tantas veces la Biblioteca en cenizas. El más devastador se produjo en 1834, en plena guerra entre carlistas y liberales. Sólo la imagen de la Virgen -que los franciscanos fueron autorizados a rescatar-, la torre de la iglesia y el entonces llamado Torreón de la Librería sobrevivieron a aquella quema deliberada. Y, dentro del Torreón, uno de los tesoros de la Biblioteca de Arantzazu: una colección de viejas partituras manuscritas catalogadas en su día por Jon Bagüés y digitalizadas posteriormente por el Ayuntamiento de Oñati. Desde entonces, una biblioteca que reúne condiciones ideales para la conservación de los documentos -no hay humedad, la temperatura es estable, la polilla no consigue aclimatarse e incluso si llega a lomos de algún libro termina por desaparecer...- no ha vuelto a tener percances relacionados con el fuego.

En cualquier caso, puede decirse que cinco veces ardió y otras tantas volvió a cobrar vida, gracias a las compras y, sobre todo, a la llegada de ejemplares procedentes de otras bibliotecas franciscanas, obligadas a surtir de material a un centro que tenía una importancia capital en la formación de los religiosos de la Orden Franciscana.

 

 

Reconstruida en 1912, en fechas anteriores a la Guerra Civil ya contaba con 20.000 volúmenes. «Parece que gran parte de los libros que pasaron a llenar los anaqueles de la Biblioteca restaurada procedían los antiguos conventos que el vendaval revolucionario había dejado desiertos», escribía en el artículo Las Bibliotecas franciscanas de Arantzazu y Zarautz, retazos de historia, el padre Kandido Zubizarreta (Usurbil, 1912-Arantzazu, 2005), referencia constante y fundamental en cualquier aproximación a la Biblioteca de Arantzazu.

Los documentos que lamentablemente se han ido perdiendo con cada siniestro han sido los correspondientes al Archivo, insustituibles casi por naturaleza. «El actual archivo es moderno, porque comenzó a formarse en 1875 -apunta Joseba Etxeberria, responsable de la Biblioteca-, al poco tiempo de volver los frailes a Arantzazu después de la exclaustración forzada».

 

Biblioteca Provincial

 

El padre Joseba Etxeberria conoce muy bien los fondos de la Biblioteca de Arantzazu. Entre traslados y tareas de catalogación, todos han pasado dos veces por sus manos en los veinte años que, tras varias décadas dedicadas a la docencia, lleva entre libros. La mayoría de sus comentarios, sin embargo, conducen a aita Kandido, verdadero artífice de la actual Biblioteca de Arantzazu.

En los cerca de sesenta años que ejerció de bibliotecario de Arantzazu promovió las sucesivas ampliaciones que han desembocado en la actual, que ocupa tres plantas en pleno corazón del Santuario. La necesidad de dotar del espacio suficiente a unos fondos que no dejaban de crecer obligó a sacrificar, en aras de lo práctico, la hermosa biblioteca previa, bastante similar de aspecto a la que se conserva en el convento franciscano de Zarautz.

 

«Es increíble el trabajo que hizo aita Kandido, prácticamente sin medios», recuerda Joseba Etxeberria. «Ni papel suficiente tenía. He encontrado fichas que aprovechaba para poder escribir en el reverso...». Kandido Zubizarreta registró en fichas todo el contenido de la Biblioteca «escribiendo a máquina con un solo dedo», pero pronto se adaptaron a la llegada de los ordenadores, con «un programa que hizo un fraile» y les obligó, a Zubizarreta y a él, que ya era su ayudante, a volver a registrar todos los documentos uno por uno.

 

Él tampoco dispone de muchos medios para gestionar una biblioteca -ya informatizada- que contiene más de 100.000 volúmenes -entre ellos una cincuentena de incunables y varios centenares de libros del siglo XVI-, además del archivo y la fototeca. Cuenta con los 12.000 euros que pone a su disposición la Provincia cada año para hacer frente a los trabajos de mantenimiento y a las adquisiciones - «sobre todo, obras interesantes para nuestra formación y nuestra vida de frailes»- y con mucho entusiasmo: «Me da una alegría enorme poder servir a cualquiera que venga a pedir ayuda para hacer una tesis, un trabajo, para buscar información sobre algún franciscano...».

 

Pero la aparentemente indestructible Biblioteca de Arantzazu no es una biblioteca cualquiera. Aunque según un informe sobre el Sistema Vasco de Bibliotecas, es «una biblioteca patrimonial especializada en teología, historia y cultura vasca», es algo más. Ha sido, fundamentalmente, una biblioteca orientada a satisfacer las necesidades de los cientos de novicios que se formaron en el principal santuario mariano de Gipuzkoa. Aunque las funciones formativas de Arantzazu han atravesado diversas etapas, durante mucho tiempo gran parte de la larga «carrera» de los franciscanos -trece años de formación-, transcurría entre sus paredes, cursándose allí los tres primeros años y los últimos cuatro, centrados sobre todo en el estudio de la Teología.

 

«Llegamos a estar unos sesenta», recuerda Joseba Etxeberria. Sus necesidades eran las que atendía la Biblioteca, no las de los niños y jóvenes que cursaban sus estudios primarios y el bachillerato y que disponían de sus propios recursos docentes. Pero él, muy vinculado a la enseñanza tanto en Latinoamérica como en Arantzazu, no puede olvidar los tiempos -dejaron de admitir alumnos en 1988- en los que había más de 300 chavales en Arantzazu. «¡Imagina qué montaje era esto, con sus cocinas, su imprenta, su carpintería...!»

 

Además de eso, es desde 1949 biblioteca central de la Provincia Franciscana de Arantzazu, que comprende la Comunidad Autónoma Vasca, Navarra, Cantabria, Soria, Valladolid, Burgos y La Rioja. Así, recordaba Kandido Zubizarreta, «fueron llegando a Arantzazu remesas de libros procedentes de las bibliotecas de otros conventos, aunque hay que decir que no dejó de haber tensiones y malentendidos en la ejecución de lo dispuesto». Compartía rango de Biblioteca Provincial con la del convento de Olite pero, en la actualidad, ejerce en solitario y la biblioteca que tantas veces se abasteció de fondos procedentes de otros centros está recogiendo los materiales, tanto bibliográficos como archivísticos, de las casas de la orden que tienen que ir cerrando. Previsiblemente, cada vez llegarán a Arantzazu más libros y documentos de esa procedencia, y la Biblioteca seguirá creciendo a costa de la desaparición de otras. «A veces pienso que con los libros que tenemos podríamos hacer dos bibliotecas», dice Joseba Etxeberria, y no se sabe si es un brindis al sol o un plan que le ronda...

 

Muchas consultas

 

Pero su auténtico plan, su verdadera ilusión, es «dar a conocer el trabajo que hizo aquí aita Villasante». No tienen límite los elogios que dedica a la dimensión intelectual y a la talla humana del que fue entre 1970 y 1988 presidente de Euskaltzaindia, cuyo fondo se digitalizará gracias a un convenio entre Euskaltzaindia y la Diputación Foral de Vizcaya. «La gente no conoce cuál era su auténtica dimensión», insiste, considerando que no ha tenido la promoción suficiente y recordando a otros grandes creadores que han desarrollado su obra en Arantzazu, como el poeta Bitoriano Gandiaga, entre otros.

 

En el día a día, si embargo, su máxima satisfacción es poner su exhaustivo conocimiento de los fondos de la biblioteca -que incluye el vaciado y el seguimiento de todo lo que se publica sobre Arantzazu- al servicios de los que puedan beneficiarse del mismo. «Viene gente que tiene que hacer tesis, estudiantes que tienen que hacer trabajos... A algunos, si les encuentras el material adecuado, les solucionas el curso». Los desafíos estimulan el ingenio de este fraile bibliotecario que pone el mismo empeño en buscar un documento de gran valor que en localizar la fotografía de una pareja que se casó en Arantzazu hace cincuenta años. Y si le piden la foto, es probable que les encuentre también algún recorte o referencia que complete el pedido.

 

«Casi todos los días hay alguna visita o solicitud», afirma. Y es que aunque la Biblioteca de Arantzazu no tiene horarios de apertura al público ni servicios que en cualquier otra biblioteca estarían claramente regulados, estipulados y formalizados, el trabajo casi en solitario de Joseba Etxeberria es suficiente para convertir el patrimonio bibliográfico de Arantzazu en patrimonio de todos.

 

Sermolari frantziskotarren altxorra

 

Euskarak eta euskal kulturak beti izan dute aparteko garrantzia eta tokia Arantzazun, beti zaindu izan dira mimo handiz. Duela berrogei urte euskara batua sortzen hasi zen tokiko liburutegian ere badute, noski. Euskarazko fondoen artean euskarazko eskuizkribuen altxorra aipatu behar da, bereziki sermolari frantziskotarrek utzitakoa. Arantzazun jasotako sermoi-bildumak katalogatu zituen Labayry Ikastegiko Adolfo Arejitak idatzita utzi duenez, 132 egile diferenteren lanak identifikatu dira XVIII-XIX mendeetako sermoi-sortan. Arantzazukoa da, alor horretan, Euskal Herrian ezagutzen den bildumarik aberatsena, eta harribitxia hizkuntzaren aldetik. 4.200 sermoien artean, 2.760 inguru gipuzkeraz idatzita daude, 1.370 inguru bizkaieraz, eta gutxi batzuk nafar hizkeraz eta lapurteraz.

 

"El valor de esta biblioteca recientemente restaurada no reside tanto en los libros y documentos que contiene, sino en el propio recinto, que data de principios del siglo XX"

N. Azurmendi

 

Al contrario de lo que ocurre con las restantes bibliotecas, en la del convento de los Padres Franciscanos de Zarautz importa más el continente que el contenido. Así opina su responsable, Manolo Beraza, y un simple vistazo a una sala de dimensiones discretas pero de elegancia impactante lo confirma.

 

Aunque el convento de San Juan Bautista fue fundado en 1610, la biblioteca tiene poco más de cien años. Colegio de Misioneros desde 1747, el convento de Zarautz siempre había tenido una importante biblioteca ajustada a las necesidades de los predicadores que se sometían a una estricta preparación. Destacados escritores como Juan Mateo Zabala (1777-1840) o Pedro de Añibarro (1748-1830), por ejemplo, trabajaron y dejaron su huella en la misma.

 

Pero la razón que explica la magnificencia de la biblioteca franciscana de Zarautz es otra. El convento fue, hasta 1925, sede de la Curia Provincial y, en consecuencia, se celebraban en el mismo reuniones tan importantes como los Capítulos Provinciales. En aquella sala, como escribió Manolo Beraza con motivo de la inauguración en mayo del pasado año de una biblioteca restaurada en profundidad por la Diputación Foral, «ubicaron el importante cúmulo de libros que tenían a mano y que necesitaban acomodo. Servirían de decoración del local y darían tono de seriedad al conjunto».

 

Muchos pequeños detalles que pasan desapercibidos al visitante no iniciado recuerdan cuál fue la principal función del recinto: el sitial reservado a las altas instancias; la chimeneta un elemento que podría parecer imprudente en una bibliotecas en la que se quemaban las papeletas después de las votaciones secretas; la larga mesa...

 

Hay, indudablemente, obras valiosas en la biblioteca del convento de Zarautz, biblioteca conventual en la que predominan las obras religiosas, pero según Manolo Beraza «son libros que a la gente de hoy no le interesan». Independientemente de sus contenidos, en cualquier caso, son libros bellos en un emplazamiento bellísimo. A Manolo Beraza le gustaría mucho «aprovechar el entorno de la biblioteca para poner en valor el libro antiguo mediante alguna iniciativa de carácter pedagógico». Es una idea sin concretar que podría dar un nuevo sentido a una biblioteca que, pese a carecer de horarios de visita formales, no está cerrada al público.

 

 

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